Sentadita en el sillón, con la sonrisa arrugada, mirando fijamente al balcón, viendo la claridad de la mañana, no sabe si creen en Dios, pues ya ha visto mucha gente que se marchaban, con sus noventa primaveras, solo espera el cariño y los besos, de la personitas que a su lado revolotean, porque ya pasó de ser abuela, a llamarse yaya. Temblorosa su voz, ojos despistado, manos suaves y llanto fácil.
Sentadita en el sillón, viendo la claridad de la mañana.
Mi abuela y para mi niña, “ la yaya” Te quiero
Loca y payasa
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